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LOS HEROICOS Y GLORIOSOS HIDROAVIONES
Los heroicos y gloriosos hidroaviones que irrumpieron en el ciclo de la Patria con su estridente ruido y con los adelantos tecnológicos y que en los amaneceres cuando decoraban en Barranquilla hacia los remotos pueblos del interior despertaban a los obreros de fábricas de espesas chimeneas y a los pescadores de ilusiones y fueron dejando en cada lugar del Río Grande de La Magdalena un retoño de sus ancestros y un trozo de recuerdo o una carta de amor y un pedazo de semilla de civilización y de modernidad y a su alrededor forjaron pilas de leyendas que al paso de días y semanas y meses y años las contaron nuestros padres y abuelos y fueron los pioneros que abrieron de par en par las puertas del tiempo para la conquista del cielo colombiano hoy no son sino recuerdos en los rincones del olvido o piezas tiradas en cuartos de museos.
La historia de los hidroaviones en nuestro país es bastante parecida a la de los desaparecidos buques de vapor o a la de los trenes, míticos y fabulosos, que con cien años de diferencia contribuyeron al engrandecimiento del país, al auge del comercio que ingresaba por el Caribe hasta Santa Fe de Bogotá y que le dio vida y vigor a Calamar y Tenerife, Plato y Zambrano, Tacamocho y Magangué, Mompox y Santa Ana, Guamal y Tamalameque, El Banco y La Gloria, San Pablo y Puerto Wilches, Puerto Berrío y Girardot, La Dorada y Honda y además las convirtió en pequeñas urbes donde la cultura, el comercio, los astilleros, las factorías, la modernidad y la incipiente tecnología eran labores rutinarias de sus habitantes. La vida de esas poblaciones era el río, vibraban por la llegada de un hidroavión, una locomotora o un buque de vapor. Cuando se extinguieron estas formas multimodales del transporte ante la incapacidad del Gobierno por sostenerlos, muchas de aquellas poblaciones se fueron durmiendo y olvidando para siempre que hoy día hacen parte de la prehistoria del país.
La fantasía deambuló tanto a principios de siglo por el invento del hidroavión que Gonzalo Mejía, un soñador antioqueño salió de Medellín con un vagón lleno de pesos y lingotes de oro, en Barranquilla cogió un buque expreso y se fue a Francia a buscar a Louis Blériot, el más famoso piloto de su época por haber cruzado pocos meses antes en 1909 el Canal de la Mancha. Quiero que venga y caiga sobre un lecho de rosas que la haremos en el río Medellín , le dijo mostrándole in lingote de oro.
El empuje de la clase empresarial de Barranquilla, que aún no se ha detenido, encabezada en esa entonces por Ernesto Cortissoz, Aristides Noguera, Werner Kaemerer, Stuart Hosie, Cristóbal Restrepo, Alberto Tietjen, Jacobo Correa y Rafael Palacio, hicieron posible la fundación de la Scadta y el servicio comercial aéreo, primero de este continente y el segundo del mundo, el 5 de diciembre de 1919, como también el primer correo aéreo en todo el Universo.
Para algo servían los hidroaviones ya que años antes en 1912, el inglés D. Smith que sólo hablaba hindú se convirtió en el primero en sobrevolar el cielo colombiano y lo hizo en Barranquilla ante el asombro de cientos de goleros que se asustaron el hidroavión cayó sobre un matojo de taruyas en el caño de la ahuyama, pero fue Knox Martín el primero que realizó el vuelo de correo aéreo entre Barranquilla y Puerto Colombia en su Curtis Jenny con tan mala suerte que cuando lanzó lo paquetes desde el aire el viento los tiró al mar y allí ante la alegría de la gente fueron dentellados por los mansos tiburones. Posiblemente el hecho más trascendental de esta época fe la osadía de los bogotanos A. Castello y Edmundo Ramos, quienes compraron un Bleriot en París y lo llevaron hasta Honda en un champán, pero cuando trataron de subirlo a la montaña para llevarlo a Bogotá se vino abajo y se estrelló contra una roca, allí quedó de morada de las mansas zorras y de los astutos camaleones y de los pájaros errantes.
Muchos fueron los recuerdos y las leyendas de estos inolvidables y míticos aparatos que contribuyeron al desarrollo de nuestro país y que no obstante, ser esenciales en la actualidad en otros lugares del mundo, en el nuestro que fue donde nació la idea de aprovechar la superficie de las aguas son sólo ilusiones de la memoria y arrumadas piezas de museos.
La historia de los hidroaviones en nuestro país es bastante parecida a la de los desaparecidos buques de vapor o a la de los trenes, míticos y fabulosos, que con cien años de diferencia contribuyeron al engrandecimiento del país, al auge del comercio que ingresaba por el Caribe hasta Santa Fe de Bogotá y que le dio vida y vigor a Calamar y Tenerife, Plato y Zambrano, Tacamocho y Magangué, Mompox y Santa Ana, Guamal y Tamalameque, El Banco y La Gloria, San Pablo y Puerto Wilches, Puerto Berrío y Girardot, La Dorada y Honda y además las convirtió en pequeñas urbes donde la cultura, el comercio, los astilleros, las factorías, la modernidad y la incipiente tecnología eran labores rutinarias de sus habitantes. La vida de esas poblaciones era el río, vibraban por la llegada de un hidroavión, una locomotora o un buque de vapor. Cuando se extinguieron estas formas multimodales del transporte ante la incapacidad del Gobierno por sostenerlos, muchas de aquellas poblaciones se fueron durmiendo y olvidando para siempre que hoy día hacen parte de la prehistoria del país.
La fantasía deambuló tanto a principios de siglo por el invento del hidroavión que Gonzalo Mejía, un soñador antioqueño salió de Medellín con un vagón lleno de pesos y lingotes de oro, en Barranquilla cogió un buque expreso y se fue a Francia a buscar a Louis Blériot, el más famoso piloto de su época por haber cruzado pocos meses antes en 1909 el Canal de la Mancha. Quiero que venga y caiga sobre un lecho de rosas que la haremos en el río Medellín , le dijo mostrándole in lingote de oro.
El empuje de la clase empresarial de Barranquilla, que aún no se ha detenido, encabezada en esa entonces por Ernesto Cortissoz, Aristides Noguera, Werner Kaemerer, Stuart Hosie, Cristóbal Restrepo, Alberto Tietjen, Jacobo Correa y Rafael Palacio, hicieron posible la fundación de la Scadta y el servicio comercial aéreo, primero de este continente y el segundo del mundo, el 5 de diciembre de 1919, como también el primer correo aéreo en todo el Universo.
Para algo servían los hidroaviones ya que años antes en 1912, el inglés D. Smith que sólo hablaba hindú se convirtió en el primero en sobrevolar el cielo colombiano y lo hizo en Barranquilla ante el asombro de cientos de goleros que se asustaron el hidroavión cayó sobre un matojo de taruyas en el caño de la ahuyama, pero fue Knox Martín el primero que realizó el vuelo de correo aéreo entre Barranquilla y Puerto Colombia en su Curtis Jenny con tan mala suerte que cuando lanzó lo paquetes desde el aire el viento los tiró al mar y allí ante la alegría de la gente fueron dentellados por los mansos tiburones. Posiblemente el hecho más trascendental de esta época fe la osadía de los bogotanos A. Castello y Edmundo Ramos, quienes compraron un Bleriot en París y lo llevaron hasta Honda en un champán, pero cuando trataron de subirlo a la montaña para llevarlo a Bogotá se vino abajo y se estrelló contra una roca, allí quedó de morada de las mansas zorras y de los astutos camaleones y de los pájaros errantes.
Muchos fueron los recuerdos y las leyendas de estos inolvidables y míticos aparatos que contribuyeron al desarrollo de nuestro país y que no obstante, ser esenciales en la actualidad en otros lugares del mundo, en el nuestro que fue donde nació la idea de aprovechar la superficie de las aguas son sólo ilusiones de la memoria y arrumadas piezas de museos.
Publicación www.eltiempo.com / Sección Editorial – opinión
Fecha de publicación 19 de abril de 1997
Autor: Joce G. Daniels G.